Era 8 de junio de 2024. Jeancarlos Rivas, con su sonrisa habitual, organizaba con entusiasmo la logística para recibir en su natal estado Vargas al que, para él, sería el próximo presidente de Venezuela: Edmundo González Urrutia. Al menos para eso trabajaba él, día y noche si hiciera falta. Faltaban pocas horas para el evento y, como de costumbre, él se movía de un lado a otro, animando a sus compañeros, convocando en las redes, ajustando los detalles.
La convocatoria fue todo un éxito. Más de 4.000 personas se congregaron para recibir al candidato opositor, en un país que hasta entonces parecía apático con la política. Todo ocurrió en paz: caminaron unas cuadras, tomaron unas fotos, visitaron el Mercado Municipal El Mosquero; nada fuera de lo habitual en una campaña política. En un momento, Edmundo González saludó a unos militares de un comando de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB). Jeancarlos lo miraba unos metros más atrás, aguardando el fin de la parada para continuar con la caravana.
Seis días después, el 14 de junio de 2024, Jeancarlos fue detenido por funcionarios del régimen de Nicolás Maduro. Unos funcionarios armados se lo llevaron en una camioneta blanca sin placa cuando él caminaba por la parroquia Caraballeda de La Guaira. Desde entonces, no ha vuelto a pisar las calles que recorrió desde los 14 junto a activistas de Voluntad Popular.
Keyla López, su mamá, sintió un escalofrío recorrer su cuerpo cuando le dieron la noticia. Jhony Rivas, responsable regional del partido en Vargas, reventó en llanto. Nadie podía creer que Jeancarlos, un chamo tranquilo de apenas 19 años de edad, pasara a engrosar la lista de víctimas del régimen.
“Eso no fue un tema de detención, eso fue un secuestro porque ellos no presentaron orden ni se identificaron. Ellos andaban armados y decididos. Mi hijo no tenía ni un lapicero encima y aun así lo montaron”, declaró la madre en entrevista para El Diario.
En los días siguientes a su secuestro, las fuerzas de seguridad tuvieron del timbo al tambo a Kelya. Nadie le daba información acerca de su paradero; nadie le daba certezas. Así pasó un mes y medio, con la angustia de la incertidumbre, hasta que le permitieron verlo nuevamente. Respiró aliviada de al menos saberlo vivo. Estaba en El Helicoide.
La Fiscalía del régimen lo acusó de “instigación al odio” y “terrorismo” por presuntamente participar en un plan para atacar la Jefatura Civil de Maiquetía, aquella que él miraba desde lejos en la visita de Edmundo. Desde su audiencia de presentación, a Jeancarlos se le impuso defensa pública, sin permitirle a su abogado, Joel García, hablar con él o tener acceso al expediente.

Como sucede con cada preso político, la detención no sólo trastocó la vida de Jeancarlos sino la de toda su familia. La vida familiar gira en torno a esas visitas a El Helicoide cada sábado, en el caso de su padre y de su abuela, y cada domingo en el caso de Keyla. Lo ven, lo consuelan a él y él a ellos, se reparten mensajes de ánimo. Pero el dolor vuelve en cada despedida o al sentir el vacío de la casa sin Jeancarlos.
“Es fuerte venirme y tener que dejarlo allá. Siempre que vamos, él abraza a su hermanito y a la hora que termina la visita, el niño no se quiere separar de él. Y yo siempre le digo ‘hijo, tu hermano se tiene que quedar aquí, mañana venimos a buscarlo’. Luego Jeancarlos sale y lo despide por la ventana”, contó Keyla a El Diario.
Un año después, Keyla quiere poner fin a ese vacío. Quiere a Jeancarlos de vuelta, libre. Como siempre debió estar.
El activismo en las venas
Jeancarlos nació en Carayaca, una parroquia remota del estado Vargas, con cerros verdes que se desdibujan en la bruma del Caribe. Allí comenzó su camino en la política, no desde el poder, sino desde la radio: a los 14 años ya dirigía un programa de salsa y hablaba con soltura frente al micrófono. Pero no era la música lo que lo movía. Era la idea de transformar el país. Pronto encontró en Voluntad Popular una trinchera y, como recuerda Jhony Rivas, responsable regional del partido en Vargas, se convirtió en el alma de las movilizaciones: “Era una fuente de motivación. Siempre quería estar al frente”.
Jhony todavía recuerda la primera vez que lo vio. Fue en una actividad en La Guaira. Jeancarlos tomaba la palabra, sonreía a la gente con naturalidad, tenía un buen discurso; no forzaba las palabras. No le tenía miedo a la atención de las masas. La gente lo escuchaba. Un líder nato, pensó Jhony. Se sorprendió todavía más cuando le dijo que tenía 14 años. Un niño. “Podría ser mi hijo”, se dijo. Y desde entonces, de cierta manera, pasó a serlo en la política, en su activismo en Voluntad Popular. Todavía hoy, cuando Jhony cierra los ojos y escucha la voz de Jeancarlos en su mente, se sorprende por la simpatía que irradia.

Sus hermanos de partido lo describen como alguien que vivía para la política, pero no para el cargo ni la fama. Convocaba sin que nadie se lo pidiera. Asistía a reuniones aunque no lo invitaran directamente. Daba apoyo a la gente sin buscar nada a cambio. Frecuentaba reuniones con dirigentes nacionales, burlando el miedo.
“Recuerdo un momento muy curioso cuando bajó Freddy Superlano a Vargas en campaña para las primarias y Jeancarlitos —como le dice— era quien lo acompañaba siempre al frente. Cuando nos retiramos despues de concluir la actividad, para sorpresa para Freddy y para mí, cuando volteamos vimos que Jeancarlos nos seguía. Freddy le comentó los riesgos que él estaba asumiendo caminando con nosotros, porque el Sebin andaba detrás de nosotros tomándonos fotografías, pero él decía que no temía, que era su responsabilidad luchar por el país y que él quería estar con nosotros siempre”, dice Jhony Rivas.
Superlano sería detenido semanas después, el 30 de julio de 2024. También fue recluido El Helicoide.
Con todo ese bagaje y ejemplo de activismo a tan corta edad, Jeancarlos se ha afianzado ya como un referente juvenil dentro de su partido.
“Tener a jóvenes como Jeancarlos Rivas en Voluntad Popular es un orgullo porque representa los verdaderos valores democráticos. Es uno de esos jóvenes que se han formado y salen a la calle a acompañar a sus vecinos, a hacer trabajo social y a luchar por la libertad y por la democracia”, reconoce Adriana Pichardo, dirigente nacional del partido.
“Jeancarlos es el símbolo de esa Venezuela que queremos, esa Venezuela que viene”, añade.
La generación del futuro
Además del activismo político, a Jeancarlos le apasiona la comunicación. Por eso, cuando se graduó de bachiller y cumplió los 17, empezó a estudiar Comunicación Social en una institución en La Guaira, aunque por la pandemia de covid-19 debió cursar los primeros semestres en casa. Su sueño era encontrar un cupo para empezar a cursar la carrera en la Universidad Central de Venezuela.
“Jeancarlos no es un muchacho de salir nada. Es de estar en la casa y leer, o de compartir en familia. No es un muchacho de calle. Siempre de la universidad o de la iglesia se iba a la casa a jugar con su hermano, si no, estaba con los amigos jugando dominó”, describe su mamá.
Jeancarlos no quiso irse del país, pese a que su madre se lo pedía con frecuencia. “Yo me quedo. Este es mi país y tengo que luchar por mi hermanito”, le decía a Jhony con frecuencia. Por eso, al hablar de Jeancarlos, una palabra recurrente en sus compañeros de lucha es “futuro”.
“Jeancarlos representa a esa generación que nunca ha conocido la democracia, pero que todos los días lucha por ella”, dice Pichardo.
Según ella, su detención fue un mensaje calculado por parte del régimen de Maduro: silenciar al entusiasmo, advertir a los jóvenes que atreverse a soñar podía costarles la libertad, cercenar el derecho a la protesta pacífica.
“La dictadura detiene a un joven como Jeancarlos simplemente porque ellos son la esperanza, son los protagonistas del futuro, los llamados a terminar de liberar a Venezuela. Y no solo a terminar de liberarla, sino a consolidar el sistema democrático; a que más nunca se repita la historia de violación de derechos humanos, de crueldad, de autoritarismo y de pérdida de valores que ellos promovieron”, asevera Pichardo.
Jhony tampoco tiene dudas de su futuro brillante. En la política y en la vida. “Jeancarlitos en libertad puede lograr cualquier meta que se proponga dentro de la política no solamente regional sino nacional. Jeancarlos es el futuro”, sostiene.
Mensaje a Jeancarlos
Jeancarlos es uno de esos nombres que se resisten a ser olvidados, pese a la maquinaria del silencio. En este año de cautiverio, su ausencia ha sido presencia constante para hermanos de lucha como Jhony. Lo recuerdan a diario, dice el dirigente. Su sonrisa, sus ocurrencias, su obstinación. Para ellos, no está preso un militante, está secuestrado un hijo, un hermano, un pedazo del futuro.

“Jeancarlos, al cumplirse un año de que te tengan secuestrado en las mazmorras del régimen, queremos decirte desde tu familia naranja que eres nuestro orgullo, que tú representas los valores por los que luchamos; que tu valentía, tu gallardía, tu dignidad y tu coraje serán reconocidos en la historia de Venezuela”, dice Pichardo.
Hoy, a un año de su detención, su partido exige su liberación con un grito que mezcla rabia y preocupación por un joven inocente: “¡Liberen a Jeancarlos!”.
No es sólo un reclamo por justicia, es también un acto de resistencia contra el olvido que pretenden sus captores.