Casi ahogada en libros, Tamara Adrián se mueve con astucia en su oficina al este de Caracas. Habla con la propiedad que le confieren sus títulos y doctorados en derecho. Acaba de llegar del primer debate entre candidatos de la oposición a la elección primaria del 22 de octubre efectuado en la Universidad Católica Andrés Bello. Casi tiene las ideas frescas y planea ampliarlas, porque a su juicio, el tiempo no fue suficiente.
Por Run Run
Adrián pasó a la historia democrática de Venezuela, luego de que en 2015 se convirtiera en la primera mujer transgénero electa como diputada a la Asamblea Nacional.
Aunque desde 2004 espera por una decisión de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia en cuanto a una petición para el cambio de su identidad, Tamara no se considera menos mujer que nadie y desde entonces ha luchado por el derecho de toda persona que haya sido vulnerada en ese sentido.
Sueña con una Venezuela donde se cumplan las leyes y se respete el derecho de todos, independientemente de su orientación sexual, credo, raza y tendencia política.
¿Qué opinión le mereció el debate entre candidatos a la primaria efectuado recientemente?
-La metodología escogida para el debate fue defectuosa, el tiempo de un minuto no es suficiente para exponer una idea y eso le resta profundidad a los temas. Es complicado exponer el proceso de estrategia que se debe tener para llegar a Miraflores en poco tiempo. Creo que la única que habló sobre el día después de ganar la presidencial fui yo. No es lo mismo ganar una elección presidencial que llegar a Miraflores. Ese día, que yo lo llamo D+1, es tan importante como el día de la elección. Hay que hacerle entender a la gente que esto no es un proceso fácil.
En el debate se percibió que no estaban de acuerdo en torno a una estrategia sobre las inhabilitaciones, algunos decían que el elegido debía seguir hasta el final, otros hablaron de posibles sucesiones. ¿Cual es su opinión?
-Yo me pregunto, ¿cómo se come eso de yo voy hasta el final? ¿Si gana la primaria María Corina Machado y no la dejan inscribirse qué pasa? ¿Se queda esa vacante? ¿Volvemos a aquello de que Maduro compita solo para deslegitimarse? ¿o retornamos la idea mágica de que los aliados internacionales de la oposición van a hacer suficiente presión para que el régimen se inhiba de sus decisiones? Yo creo que eso es posible siempre y cuando los costos no perjudiquen a la población. El Gobierno se dio cuenta que puede sortear las sanciones y el desconocimiento a Maduro como presidente asociándose con otras autocracias. Para seguir hasta el final es necesario que haya una elevada presión interna ¿Pero están dadas las condiciones para eso? Siento que la gente no está muy decidida a salir a protestar como en 2014 y 2017. Tampoco descarto que pueda haber una ola de manifestaciones ante una decisión impopular del Gobierno, el grado de frustración de la gente es alto.
Usted fue la única persona en el debate que no se refirió a Venezuela como una dictadura, ¿por qué?
-Esto es una autocracia tecnológica de nuevo cuño, porque la ejecución de políticas de dominación se hace a través de mecanismos tecnológicos como el carnet de la patria, por ejemplo. Esto es una cleptocracia, el erario público es una hacienda particular de la coalición dominante.
¿La oposición ha equivocado su estrategia para desplazar al chavismo?
-No estoy de acuerdo cuando dicen que lo hemos intentado todo, hemos intentado cosas por muchas vías, pero siempre he dicho que nos falta la vía de la reconciliación. En el chavismo hay quienes apoyan al difunto Chávez y aquellos que están con Maduro, quienes son solo chavistas tienen un rechazo de 80% por este Gobierno y ese es un terreno muy fértil para captar voluntades. Si sumamos esa masa, al segmento ni ni (indecisos o apáticos) más el segmento descontento estaríamos hablando que el 87% de un país estaría unido en un proyecto. Para crear la viabilidad de la transición tenemos que desmontar ese discurso de algunos candidatos que dicen que hay que acabar con todo y empezar desde cero. Ya pasamos por eso en 1998 cuando Chávez prometió freír cabezas de adecos y mira dónde llegamos. El reto de construir la nueva Venezuela pasa por la reunificación emocional del país, desmontar el discurso de buenos y malos, patriotas y apátridas, escuálidos y chavistas. El régimen nunca va a actuar con reglas democráticas, lo más que podemos hacer es meternos en los intersticios de la democracia y abrir las brechas, aspiramos el poder pero no hemos hecho el cálculo de los costos-beneficios de obtener el poder. El periodo de transición tiene que ser protagonizado por una coalición amplia, no puede hacerlo solo algún mesías ungido por los dioses.